Alfredo Montero – Socio fundador de Lúmina Energía
Pocos sectores económicos se enfrentan a una revolución de la magnitud a la que inevitablemente está abocado el energético. Los cambios que se avecinan son profundos: desde la reducción del consumo de energías fósiles, así como de aquellas sobre las que pesa un importante rechazo social, hasta el imparable crecimiento de las renovables y del autoconsumo, pasando por el aterrizaje de compañías suministradoras independientes y el uso de las tecnologías disruptivas como la inteligencia artificial, el big data o el blockchain.
Por no hablar de lo que supondrá a medio y largo plazo la universalización del coche eléctrico, algo que implicará no sólo la transformación de las infraestructuras que existen en la actualidad, sino de las ciudades tal y como las conocemos ahora. Un panorama, pues, que va a revolucionar este sector hasta niveles que posiblemente ahora no podamos ni imaginar. Y todo ello deberá hacerse con la colaboración entre administraciones, empresas y ciudadanos.
Los párrafos anteriores pueden extrapolarse a la mayoría de los países del mundo, pero en el caso de España la situación es más urgente aun. Hace poco, la propia ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, resumía de manera cristalina la situación de nuestra nación: “España es casi una isla energética”. Seis palabras con las que definía a la perfección la alta dependencia (74%) que sufrimos del exterior.
El primer paso para intentar dar la vuelta a esta situación se produjo hace menos de tres meses con la aprobación del Real Decreto 244/2019 de 5 de abril que, entre otras cuestiones, supone el acta de defunción del conocido como impuesto al Sol y, sobre todo, fomenta el autoconsumo, lo cual va a impulsar la integración de nuevos actores de tamaño muy diferente, empezando con la participación de particulares y colectivos de diferente índole, los cuales van a jugar a partir de ahora un rol mucho más activo. Es decir, van a poder generar su propia electricidad, almacenarla y, después, venderla. Otro tanto podrán hacer las empresas, independientemente de su tamaño.
La nueva normativa recoge otros aspectos relevantes como la simplificación de los trámites administrativos y la distinción entre dos tipos de instalaciones: sin excedentes y con excedentes (las que vuelcan la energía que no consumen a la red). Lo más significativo es que en el primer caso no limitará la potencia instalada ni será necesario el permiso de acceso y conexión. Tampoco se requerirá suscribir contrato de acceso, ni habrá peajes ni impuestos por la energía autoconsumida ni por las baterías. Únicamente habrá que hacer frente a los peajes por conectarse a la red como consumidores. Junto a todo lo anterior, otro de los retos prioritarios es la sostenibilidad.
En un país que, como decíamos antes, depende energéticamente del exterior y cuyo precio de la electricidad es mayor que en otros países del entorno, es imprescindible la eficiencia, lo que se traduce en un menor consumo y en una optimización de las instalaciones. Solo de esta manera las empresas españolas, sobre todo la industria, podrán ser competitivas.Es precisamente en este punto en el que las compañías dedicadas a ofrecer soluciones en el campo de la energía tenemos que jugar un papel protagonista, aportando a nuestros clientes -bien sean empresas, particulares o colectivos- aquellos planes que les permitan conocer al detalle la electricidad que necesitan, evitar pérdidas innecesarias y saber cómo funciona su empresa, hogar o edificio desde el punto de vista energético. Además, debemos ser capaces de ofrecerles los precios más competitivos.
Ese es el camino que nos hemos marcado en Lúmina Energía, porque estamos convencidos de que el futuro de nuestro sector pasa por el compromiso con el medio ambiente y la sostenibilidad. Todo ello redundará no sólo en la cuenta de resultados de las empresas, sino en una mejora de nuestro entorno y, por tanto, del conjunto de la sociedad.